MIS AMIGOS
Me ha parecido que este encabezamiento multitudinario del capítulo “Mis amigos” no tiene desperdicio. Tiene fecha, de hace más de medio siglo, nada menos que de 1965, cuando la 3ª Promoción de Oficiales Radiotelegrafistas de la Marina Mercante, estudiantes de la Escuela Oficial de Telecomunicación, hicimos la primera y última cena con los 30 componentes del curso entero. Un servidor, como Delegado de la Escuela, está sentado justo en el centro con cara de temer la que se nos viene encima a todos. Forjamos una buena remesa de compañerismo, estudiamos (unos más, otros menos), hicimos pellas, nos manifestamos, nos ennoviamos, y nos hicimos a la mar. Surgieron amistades sólidas de esa jacaranda universitaria, con amigos que han permanecido abarloados más de medio siglo. Treinta largas y densas historias levaron anclas aquella noche de verano en el Hotel Carlton de Madrid.
Mis amigos.
No sabría decir si han sido los amigos quienes han condicionado mi vida, o si la “mesma” vida ha provocado el tropiezo y captura de los amigos que la han ido llenando y dando luz desde que uno tiene uso de razón. Alguien dijo que uno no elige a los amigos, sino que son ellos los que le eligen a uno. ¡Paparruchas! La amistad surge, a veces inesperadamente como un destello (flechazo diría un romántico), y otras es el aquilatamiento del roce en el día a día, sea cual sea el ambiente en el que se desarrolle. De cualquier forma, la amistad chanchi es siempre de doble sentido.
Verdad es que cuanto más difíciles son las circunstancias en que uno se “prenda” de un nuevo amigo, más visos tiene de solidificarse esa atracción por mucho, mucho tiempo.
Pero no voy a divagar más, sino a apoyarme en las fotografías que estoy rescatando de cajas, carpetas, álbumes y “discos duros” (en ese orden cronológico), para rememorar tiempos pasados o próximos, y a las personas que han ido enriqueciendo y coloreando mi vida durante las últimas siete décadas (que son las que tengo).
Entre centenares de fotos es ardua labor la de elegir un único ejemplar por cada amigo, así que me permito agitar el crisol de recuerdos trayendo a esta palestra de afecto y cariño un popurrí de instantáneas, que captaron sonrisas provocadas por momentos que merecían ser inmortalizados en papel (o en bits).
Pido disculpas si muchos de esos recuerdos muestran un contumaz “pecado capital”, cual es el de la gula, ya que los otros seis, a saber: soberbia, pereza, avaricia, lujuria, ira, envidia y pereza, son ajenos a una perfecta amistad. Vamos, que las buenas viandas, las mesas bien repletas y las repetidas cuchipandas acompañadas por Baco, vienen a ser el mejor refrendo de un grupo de amigos “pipa”. Veámoslos, pues.
Así de joven conocí yo a nuestro primar astronauta madrileño Michael Eladio López-Alegría, junto a su prometida Daria, en una visita a Madrid en 1997. Desde el primer día hicimos muy buenas migas, y en eso estamos muchos años después, él ya alejado de la NASA, aunque no de los viajes espaciales, y yo jubilado, pero con el Espacio metido en la sangre.
Cuarenta y cinco años más tarde (2010), el mismo trío: José Ramón Temiño, Carlos De Santiago y José Manuel Grandela se reúnen y comprueban mutuamente que los años no pasan en balde.
En España, durante dos siglos y pico, todos los mozos servíamos obligatoriamente a la Patria y nos licenciábamos con mil y una aventuras vividas o sufridas, en las que podía brotar alguna nueva amistad, como la que José Vicente Martí, valenciano de pro, y este autor, forjamos y fraguamos durante medio siglo. Ahora –ya más respetables-, seguimos compartiendo alegrías y penas, pero ya sosegados y ennoblecidos -si se me permite decirlo-.
Cádiz. Baluarte de la Candelaria. (1989). Mi admirado amigo Pascual Domenech y Ortiz de Urbina, mira a la cámara que me enfoca mientras charlo con el Almirante Jefe de la Flota del Estrecho (de espaldas), durante los actos de la exposición filatélica “Aviación y Espacio ‘89”. Pascual, docto en filatelia y mundología, fue mi prócer y magister desde que llegué el mundo filatélico. Su humanidad, sabiduría y educación proverbial me dejaron profunda huella. Murió injustamente por un disgusto.
¿Quién no conoce al eterno Antonio Mingote del ABC? Compartí con él un Jurado, y entramos inmediatamente en perfecta sintonía, germinando así una sincera amistad que me enriqueció hasta que don Antonio nos abandonó definitivamente en 2012. En esta foto, que lleva su dedicatoria, le muestro mi colección de octavillas y documentos de la Guerra Civil, que él había vivido y sufrido. Siempre que le recuerdo me surge una sonrisa.
2001. Quizás la Milicia (con mayúsculas) ha sido mi asignatura pendiente, y no sé la razón. Pero mi auto adscripción al mundo castrense me ha regalado un ejército de excelentes amigos como el –entonces- general de brigada Francisco Boyero y su esposa Carmen, que nos dan la bienvenida a la Escuela de Ingenieros del Ejército para compartir la cena de gala de San Fernando, Santo Patrón del Arma.
Una interesantísima visita a la Real Casa de la Moneda, rematada en el antojadizo restaurante asturiano La Hoja. El líder del grupo, José Luis Calvete, Director del Departamento de Documentos de Valor, (centro), rodeado por los agradecidos visitantes: mi yerno Mike Plonsky (izda), mi hijo José Manuel (detrás), y Carlos González a la derecha, detrás de mí.
Amante de lo castizo y tradicional, y paladín a ultranza de que no se mancillen nuestras costumbres antañonas, me reúno con especial regusto con quien comparte las querencias de mi señora Ángela y un servidor, como hacemos en esta foto con el entrañable matrimonio Pablo Serrano y madame Anie (su señora), y un polizón llamado Lucio, como el restaurante en el que acabábamos de bien cenar.
La visita al Museo Lunar de Fresnedillas del astronauta Charles Duke, supuso una conmoción local. Carlos González (en cuclillas) y un servidor, participamos (desde la Tierra) en su viaje a la Luna a bordo del Apollo 16, en julio de 1972. Nos acompaña el Alcalde Antonio Reguilón (izda.), y nos vigila desde atrás una maqueta de la mítica antena parabólica, que controló todos los vuelos del Programa Apollo.
Cuartel General del Ejército. Madrid. (2017). Mi gran amigo el general Fernando Barrón, Jefe del Gabinete de Comunicación del JEME, posa conmigo en el acto de presentación del sello en honor de los hombres que sufridamente han ido manteniendo activa y eficaz la base española en la Antártida “Gabriel de Castilla”.
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. (2015) Capítulo de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Me acompañan tres buenos amigos, los coroneles (izda. a dcha), Eduardo García_Menacho, Pedro Pascual, y Antonio Mayandía. Desfile emotivo en la Lonja bajo la presidencia de los dos Reyes, el Emérito Juan Carlos I, y el efectivo Felipe VI. No faltaron los 21 cañonazos de ordenanza.
Fundación Universitaria Española. Madrid. (2022). Con mis queridos amigos José Pedro Gómez-Agüero (izda) y Evaristo Alfaro Gómez (dcha), este último desaparecido mucho antes de lo esperado, y con mucha vida, ilusiones y proyectos por cumplir. Nos dejó un profundo dolor a quienes le queríamos, que somos muchos. ¡Un abrazo, querido Evaristo!
Entre clase y clase tuvimos tiempo de fundar nada menos que la Unión de Oficiales de la Marina Mercante (UOMM), que se gestó en la Basílica del Valle de los Caídos, donde una nevada nos sitió durante tres días en noviembre de 1963. Concluidos los estudios, disfrutamos el Viaje Fin de Carrera, que yo elegí por Andalucía. (izda. a dcha.) Temiño, De Santiago y un servidor, en la bellísima Plaza de España de Sevilla. (1965)
Feliz resultado de la convocatoria para las Bodas de Oro de nuestra promoción de Radiotelegrafistas. Al reencuentro fueron arribando unos señores mayores, con pelo blanco, o bien escaso, o sin ninguno, adornadas sus caras con arrugas impropias en unos “estudiantes”. ¡Y qué magnífica sensación experimentamos todos, antes y después del aparatoso abrazo de nuestra emoción contenida! Mi hija Carolina fue la musa reportera gráfica del emotivo reencuentro.
Una amistad para solidificarse requiere siempre, siempre, obtener la aquiescencia de las respectivas “costillas de Adán”. Si ellas lo aceptan, todo está hecho. Esta grata y sabrosa instantánea nos reúne a José Vicente Martí y a su dulce “costilla” Marga, con el mar Mediterráneo que les vio nacer, y a la pareja que forman este autor y su encantadora esposa Ángela, a punto de degustar una respetable paella. ¿Gustan ustedes?
En 2006 estuve en Washington D.C. “Reinaba” entonces el presidente George Walker Bush, y no desaproveché la ocasión de hacerme una foto con “él”, en un laboratorio fotográfico donde tenían preparada una foto suya a tamaño natural, que es a la que “estrecho” la mano. Aunque el señor George W. Bush nunca fue amigo mío, la foto da el pego, y por eso está aquí. ¡Que Dios y las personas sensatas me perdonen!
2011. En Toledo, su patria chica, tuve el honor de pasar unas horas con estos irrepetibles hermanos Miguel Ángel (izda.) y Fernando Garrido (dcha.), que llevan más de dos décadas arañando los campos de Rusia para localizar y traer desinteresadamente de vuelta a España los restos de aquella juventud, que plena de ideología y fervor patriótico formaron filas en la División Azul, para combatir –dejando allí la flor de su vida- al bolchevismo del genocida Stalin.
¡Un buen cuarteto, vive Dios! Lugar, el restaurante que se asoma sobre el césped del Bernabeu, y los comensales se ubican: Michael E. López-Alegría (astronauta), detrás de mí; a la derecha, al fondo, Héctor Guerrero (compañero del INTA), y a la derecha Antonio Reguilón, alcalde de Fresnedillas de la Oliva. Buen sitio, buena cena y soberbios amigos.
Un buen sexteto de viejos “Apollos” que anduvimos en la brega histórica de poner hombres en la Luna. El impresionante estadio Bernabeu nos reunió una vez más, con harto placer para todos. (Izda. a dcha.) Luis Ruiz de Gopegui, Luis F. Rojo, Pablo Serrano, Luis Vadillo, un servidor y Francisco Alcaraz.
Cena de gala con personalidad propia, en esta ocasión por la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil, celebrada en la Academia de Oficiales que la Benemérita tiene a las afueras de Aranjuez. Mi gran amigo, el coronel Luis Vallés, y su esposa Carmen (sentados, en el centro), fueron nuestros anfitriones de excepción.
Singapur. (2004). En lo de la gula somos reincidentes, sólo que en esta ocasión pecamos en Singapur, allá donde se acaba Asia, con nuestros amigos burgaleses Miguel Ángel García, y su costilla Maurita. Los cuatro rodeamos una pérfida mesa de esas que giran y giran sin parar, impidiéndote alcanzar lo que te llena más el ojo. A pesar de ello, se ve que lo estamos pasando bien.
Singapur. (2004). Mi buen amigo francés (a pesar de su apellido) Bernard Jiménez, y un servidor aprovechamos para obtener un recuerdo gráfico de cómo son las bellezas exóticas de aquellos lares. La chica se llama Peng Hian, que traducido al español significa “sonrisa que sublima” o algo así.
Cádiz. Carnavales de 1990. Nunca jamás me había metido en un berenjenal como el que se montan los de la “Tacita de plata” cada año, previo a la Semana Santa. Los magos Manolo López y su señora Ana Bañón, nos invitaron y acogieron a la damisela romántica Ángela, y al charro mejicano José Manuel Grandela, durante unos días inolvidables de locura contagiosa.
Isla Margarita. Venezuela. (2010) De vez en cuando nos cae una boda y allá que vamos. En esta ocasión tuvimos que cruzar el “Charco”, para ver casar a David, hijo de Luis F. Rojo y Chan. Contrasta el desinhibido atuendo masculino de Pablo Serrano y mío, con el emperifollado de las señoras. (Izda. a dcha.) Ana, Ángela, Annie y una tía (¿).
Bueu. Pontevedra. (2014). “Meeting point” de tres filatelistas de pro, con sus respectivas esposas, (izda a dcha), Ana, Manolo, Luci, José Pedro, Ángela y José Manuel. Brindando con una sabrosa “queimada” por nuestra perseverante amistad, que reafirmamos todos los agostos en aquellos lares galaicos, y en montón de países, haya sellos o no.
Con mi amigo ruso Igor Rodin, comandante de Aeroflot, hice buenas migas en Bangkok en 1993, y desde allí fuimos elaborando encuentros en diferentes continentes, estrechando cada vez más nuestra amistad, bien apoyada en nuestra proximidad al mundo de la Investigación Espacial. Igor conoce personalmente a un montón de cosmonautas y yo a algunos astronautas. En la foto estamos en el precioso parque moscovita de la Zarina, en una de mis visitas a Moscú, en 2013.