top of page

Antoine de Saint-Exupéry


Billete de 50 francos en honor a Saint Exupèry

Cuando niño, alguien de la familia – creo que mi padrino - me regaló un cuento llamado “El principito”, que había escrito un señor con un nombre impronunciable, Antoine de Saint-Exupéry. La verdad es que como cuento me pareció un poco soso, por no decir aburrido, al menos comparándolo con cualquiera de los vivaces de Andersen, Grimm, Perrault, etc. que manoseábamos casi a diario. Las páginas de “El principito” decían cosas con demasiado mensaje (claro que a esa conclusión llegué cuando crecí unos años más), no muy claras para las entendederas de un niño, pero aún así captaron mi atención por la indudable belleza de la narración. Afortunadamente los cuentos siempre iban acompañados de coloridas ilustraciones, que daban un respiro al pequeño lector que, al tomar aliento tras cada frase, aprovechaba para fijarse en ellas y entender mejor lo que el autor quería contarnos. Lo menos que puedo decir de “El principito” es que era diferente a todos los demás cuentos que pasaron por mis manos, y de hecho lo sigue siendo.

Empecemos resaltando la figura del mencionado "principito", protagonista emblemático de su obra príncipe (valga la redundancia). Destaca su figura entrambos lados, perfectamente equidistantes de los márgenes del billete, para dificultar los amaños de los contumaces falsificadores. El "petit enfant", que es un alienígena, ya que vive en un errante asteroide no mucho mayor que él -, otea el entorno cósmico en busca de la razón de las sinrazones de los humanos. Sugiero que el lector se empape de la filosofía de aquel niño que nunca llegó a ser adulto del todo (¡Qué envidia!).

Este aristócrata, nació con el siglo en 1900, y su espíritu inquieto le llevó a estudiar Bellas Artes, a diseñar curiosos e irrealizables modelos de aviones, a vender coches y finalmente a hacerse piloto y tener su primer accidente aéreo con tan sólo 21 añitos. El día en que por fin remontó los aíres en un precario avión artesano, descubrió que algunos de sus sueños infantiles adquirían un matiz corpóreo, y que su imaginación, vocacionalmente juvenil, se hacía por fin tangible.

Su pasión fue siempre muy por delante de las trabas técnicas y físicas que aconsejaban una mínima mesura y precaución en sus aventuradas incursiones aéreas. Antoine de Saint-Exupéry pretendió, como todos sus aero-colegas de otros países, llegar el primero allá donde nadie lo había hecho, estableciendo nuevos enlaces entre la metrópoli y sus colonias, o remotas zonas de influencia. El más ambicioso fue sin duda el pretendido Paris-Saigón en 1935, claro émulo del mítico vuelo que Lóriga y Gallarza protagonizaron en el Legazpi desde Madrid a Manila, en 1926.

Aunque el billete de 50 francos nos lo muestra, la realidad es que jamás se llevó a cabo porque lo abortó a poco de empezar un aterrizaje forzoso en el desierto de Libia. Estuvo perdido junto con el mecánico por aquel inmenso océano de arena, sin alimentos ni bebida durante varios días de insoportable agonía. Los encontró un tuareg, mejor dicho, el perro de un tuareg, cuyos ladridos alertaron a su amo de la presencia de dos sombras humanas, que aún se arrastraban en una última voluntad de vivir.

Aquella dura experiencia forjó aún más su espíritu, enriqueciendo sin freno su sensibilidad y aprecio por la vida humana, que fue plasmando en sus relatos y libros. Debutó con “El aviador” en 1926, continuando con “Correo del Sur” (1928), “Vuelo nocturno” (1931), que obtuvo el premio Fémina, “Tierra de los hombres” (1939), galardonado con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, en el que se evidencian algunas de sus experiencias en las trincheras de la Guerra civil Española. Le siguieron “Piloto de guerra” (1942), “Carta a un rehén” (1944), "Ciudadela" (1948) publicado póstumamente, entre otros varios.

En 1926 comienza a trabajar en la empresa de aviación Latecoere, estrenando los campos de aterrizaje del levante y sur español, en sus saltos desde Francia al Magreb. El piloto-poeta se quejaba en sus reflexiones desde las alturas, de ver una imagen muy parca de la España que sobrevolaba: "… jamás conoceremos Granada ni Almería, ni la Alhambra, ni las mezquitas, sino sólo un arroyo, un naranjo; sólo sus confidencias más humildes…" ("Correo del Sur"). ¿Quién le iba a decir que poco tiempo después aterrizaría en esos mismos campos para empaparse en directo de la terrible tragedia que asolaba el país que anhelaba conocer mejor?

Su buena pluma y capacidad de observación le abrieron las puertas de una nueva actividad, la de corresponsal en la Guerra Civil Española. Buscando en las hemerotecas de París, localicé sus crónicas de guerra, que me descubrieron una sensibilidad poco común en aquel entorno del 36 al 39, tan difícil y doloroso, del que los españoles aún no nos hemos sabido sobreponer del todo.

El espíritu aventurero de Saint-Exupéry no pudo rechazar aquella sugestiva proposición, y se presentó en la zona republicana en dos ocasiones diferentes. En la primera acudió contratado por L'Intransigeant, en agosto de 1936, remitiendo densa información sobre Barcelona capital y el atípico ambiente de retaguardia, que tanto le sorprendió. Con idea de ver de cerca la guerra -que no encontró en absoluto en la capital de la Generalitat- se trasladó a los frentes de Lérida, donde olió la pólvora por primera vez.

Volvió al año siguiente, en junio de 1937, en esta ocasión por encargo del Paris Soir. Eligió personalmente el frente que atenazaba Madrid, deseoso de conocer la zona donde aún sonaban los ecos de la apocalíptica batalla de Brunete.

En esta segunda ocasión, convivió intensamente con los soldados de la República, conociendo sus penalidades y anhelos, descubriendo con no poco asombro el ritual de las "charlas de trinchera", por la que el soldado de enfrente dejaba temporalmente de ser un ogro anónimo al revelar sus inquietudes y debilidades. El cronista francés bebió intensamente en aquellos coloquios inter-alambradas que se dieron allá donde la escasa distancia lo permitía. La separación entre trincheras fijas era obviamente la misma de día que de noche, pero con el ocaso del sol parecían acercarse con la progresiva quietud ambiental. Por otro lado, una cierta laxitud se iba adueñando del ánimo del guerrero, propiciándose entonces el status ideal para charlar con los "otros". Antoine de Saint-Exupéry, narró en Paris Soir con impresionante prosa una de aquellas noches vivida en las trincheras republicanas de las afueras de Zarzalejo, en la serranía madrileña, muy cerca de El Escorial:

En la noche, las voces enemigas se llaman y se contesta de una trinchera a otra.

Es una noche que nos alberga como una catedral. ¡Qué silencio! ¡Ni un disparo de fusil! ¿Una tregua? ¡No, que va! Es algo semejante a sentir una presencia. Es la misma voz la que puede oírse en las filas de los dos adversarios. ¿Hermandad? No, en absoluto; es este cansancio que, en un momento dado, deprime al hombre y le lleva a compartir los cigarrillos, a compartir el mismo sentimiento de desánimo. Intentad dar un paso hacia el enemigo... Tal vez sea una especie de confraternización, pero que sólo se da a un nivel espiritual, a un nivel que no puede expresarse; una confraternización que, aquí abajo, no nos salva de la carnicería. Todavía no disponemos de un lenguaje para poder decirnos lo que nos une.

Al llegar la Segunda Guerra Mundial, y ser Francia invadida por los alemanes, nuestro piloto escapó a los Estados Unidos para desde allí unirse en Argelia al Ejército de la Francia Libre, que acaudillaba el General Degaulle. Y así, al amanecer del 31 de julio de 1944, surcó los aires en misión de reconocimiento para no volver jamás. Un simple billete de 50 francos nos ha servido para esta pequeña reflexión sobre aquel eterno soñador, que al decir del afamado escritor Andre Maurois, terminó su vida como una de sus novelas: "…escaso de gasolina y también de esperanza, subiendo, como uno de sus héroes, hacia algún campo celeste, totalmente balizado de estrellas".

PD: Los restos del avión P-38 fueron encontrados por un buzo 60 años después de su desaparición, en 2004, en las costa de Marsella.

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
No hay tags aún.
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page